Dicen que la envidia es muy mala, pero yo soy de las que opina que, en su justa medida, de vez en cuando es hasta sana.
¿Y por qué digo esto? Pues porque si no me hubiera dado envidia cuando, después de que Nina, de La cocina de Camilni, nombrara este dulce en una conversación en el Facebook, muchas de las chicas del grupo de Desafíos se animaron a hacerlo. Y empecé a verlo y a verlo tantas veces que no me pude resistir a hacerlo yo también, todo un acierto por cierto,porque es una auténtica delicia.
Tengo entendido que es un dulce típico de los países nórdicos por estas fechas.
Para hacerlo cogí la receta que utilizó Nina, aunque yo le hice alguna variación, como añadirle Buttermilch, que tenía un bote abierto en la nevera.
Los ingredientes que usé fueron:
En un bol amplio ponemos la mantequilla a temperatura ambiente, el buttermilch, el huevo, la vainilla, el azúcar y la leche con levadura. Batimos un poco.
Añadimos la harina y la pizca de sal.
Amasamos hasta formar una bola con la masa.
La dejamos levar cubierta con un trapo hasta que doble su volumen. El tiempo dependerá de las condiciones de frío o calor que tengamos en nuestra cocina.
Un truco para agilizar el levado es calentar el horno a 50º, apagarlo y meter la masa dentro para que leve más rápido.
Para el relleno, derretimos la mantequilla y le añadimos la canela y el azúcar.
Removemos todo bien para que quede bien mezclado.
Una vez que la masa ha levado, la volcamos sobre la encimera que habremos espolvoreado con harina.
Estiramos la masa con un rodillo hasta formar un rectángulo grande.
La verdad es que es una masa muy limpia de trabajar, no tuve que añadirle harina y no se pegaba al rodillo ni a la encimera.
Pintamos todo el rectángulo de masa con el relleno de mantequilla, canela y azúcar.
Repartimos las nueces un poco picadas con nuestras propias manos y las pasas.
Enrollamos como si fuera un brazo de gitano hasta obtener un cilindro largo.
Con un cuchillo bien afilado hacemos uno corte a lo largo de todo el cilindro sin llegar a uno de los extremos. Los separamos, quedando unidos por uno de los cabos.
Vamos trenzando los cabos, dejando siempre la parte abierta hacia arriba.
Unimos los cabos y presionamos con los dedos para que se quede unida la masa.
Dejamos levar nuevamente hasta que doble su volumen.
Mientras ponemos a calentar el horno a 170º.
Metemos en el horno y horneamos durante unos 25-30 minutos. Si vemos que se nos dora mucho por la parte de arriba, le ponemos papel de aluminio hasta que acabe el tiempo.
Al sacarlo lo dejamos templar y lo espolvoreamos con azúcar glass.
¡Queda tan bonito!
Y más bonito es en el interior y, lo que es más importante, está riquísimo.
Genial para una merienda navideña acompañado de un chocolate calentito.
¿Y por qué digo esto? Pues porque si no me hubiera dado envidia cuando, después de que Nina, de La cocina de Camilni, nombrara este dulce en una conversación en el Facebook, muchas de las chicas del grupo de Desafíos se animaron a hacerlo. Y empecé a verlo y a verlo tantas veces que no me pude resistir a hacerlo yo también, todo un acierto por cierto,porque es una auténtica delicia.
Tengo entendido que es un dulce típico de los países nórdicos por estas fechas.
Para hacerlo cogí la receta que utilizó Nina, aunque yo le hice alguna variación, como añadirle Buttermilch, que tenía un bote abierto en la nevera.
Los ingredientes que usé fueron:
- 60 gr. de azúcar.
- Una cucharada de vainilla líquida.
- 120 ml. de leche.
- 120 ml. de buttermilch (se puede poner leche).
- 60 gr. de mantequilla.
- 30 gr. de levadura fresca de panadería.
- Un huevo talla L.
- 600 gr. de harina de fuerza.
- Un pellizco de sal.
- 50 gr. de mantequilla a temperatura ambiente.
- 60 gr. de azúcar.
- 2 cucharadas de canela molida.
- 50 gr. de nueces picadas.
- Un puñado de pasas sultanas.
En un bol amplio ponemos la mantequilla a temperatura ambiente, el buttermilch, el huevo, la vainilla, el azúcar y la leche con levadura. Batimos un poco.
Añadimos la harina y la pizca de sal.
Amasamos hasta formar una bola con la masa.
La dejamos levar cubierta con un trapo hasta que doble su volumen. El tiempo dependerá de las condiciones de frío o calor que tengamos en nuestra cocina.
Un truco para agilizar el levado es calentar el horno a 50º, apagarlo y meter la masa dentro para que leve más rápido.
Para el relleno, derretimos la mantequilla y le añadimos la canela y el azúcar.
Removemos todo bien para que quede bien mezclado.
Una vez que la masa ha levado, la volcamos sobre la encimera que habremos espolvoreado con harina.
Estiramos la masa con un rodillo hasta formar un rectángulo grande.
La verdad es que es una masa muy limpia de trabajar, no tuve que añadirle harina y no se pegaba al rodillo ni a la encimera.
Pintamos todo el rectángulo de masa con el relleno de mantequilla, canela y azúcar.
Repartimos las nueces un poco picadas con nuestras propias manos y las pasas.
Enrollamos como si fuera un brazo de gitano hasta obtener un cilindro largo.
Con un cuchillo bien afilado hacemos uno corte a lo largo de todo el cilindro sin llegar a uno de los extremos. Los separamos, quedando unidos por uno de los cabos.
Vamos trenzando los cabos, dejando siempre la parte abierta hacia arriba.
Unimos los cabos y presionamos con los dedos para que se quede unida la masa.
Dejamos levar nuevamente hasta que doble su volumen.
Mientras ponemos a calentar el horno a 170º.
Metemos en el horno y horneamos durante unos 25-30 minutos. Si vemos que se nos dora mucho por la parte de arriba, le ponemos papel de aluminio hasta que acabe el tiempo.
Al sacarlo lo dejamos templar y lo espolvoreamos con azúcar glass.
¡Queda tan bonito!
Y más bonito es en el interior y, lo que es más importante, está riquísimo.
Genial para una merienda navideña acompañado de un chocolate calentito.